El mal aliento del lobo
espantó a mis ovejas,
pero solo las espantó
para comerse unas cerezas.
Corrieron y corrieron hasta el fin
y yo desalientada las perseguí.
Perdí diez, quince, veinte,
al final solo una encontré,
pero esa vez mi aliento salió,
y a la última oveja espantó.
Así que como pastora
yo solo valgo para estar sola.