lunes, noviembre 25, 2019

INVISIBLE

Había lugares donde ser invisible:

Un aparador en el pasillo;
al entrar te volvías pez,
ese pez que de puro quieto
se convierte en roca.

Una mesa de grandes faldas
como panzas de gallina
repletas de plumas y hermanas.

Un hueco tras el sofá,
donde nadie vendría
a echar su aliento en tu espalda.

Un nido de abrazos incorpóreos
que se esconden contigo
en el rincón de aroma mágico
que te hace invulnerable.

Un montón de camas
bajo las que nunca llueve
y el vértigo desaparece.

Había cuevas confortables
en cada rincón
como úteros recientes
a los que volver
cada vez que un practicante 
sádico y desalmado
llamaba a la puerta.

En días como hoy,
cuando cantan “a por ellos”
aporreando escrúpulos
con su clamor viril,
sería un consuelo
reencontrar esos huecos.