martes, diciembre 11, 2018

Mis hermanas y sus risas

Algunas madrugadas,
cuando los relojes de bolsillo
se paran y vuelven a empezar,
cuando las cadenas de las que cuelgan
inician juntas y al unísono
un movimiento pendular
que arrastrará para siempre el tiempo dormido,
cuando se reinicia la noche
y los sueños se hacen premonitorios,
emigro en mi bandada primigenia
con mis hermanas y sus risas.

Juntas formamos en el cielo una punta de flecha
turnándonos para conducir la especie
hacia la época en la que construíamos torres
para romperlas
y volverlas a erigir.
Yo en aquel tiempo tenía miedo
a reir demasiado
no fuera a acabárseme la risa
como se le acaba la cuerda al reloj.
En realidad yo sabía de la existencia de una llave
que me podía devolver las carcajadas.
Quizás lo que temía era perderla.

Luego la perdí.

Nos acompaña una música de abrigo
que intenta envolver la escena
aunque no puede evitar
filtrarse entre los dedos,
por más que nuestras manos acopladas
a una cuerda que nos une,
se aferren a la vida de las otras.
A veces la música se encasqueta
en una nota que siempre es la.
En esos casos la punta de flecha
queda colgando de su vértice
pendulando
y tenemos que volver a empezar,
retomamos el vuelo
con la nota del diapasón como guía.

Nunca supe por qué llamábamos cuerda
a esa rueda mágica
capaz de devolver la vida a los relojes.
Me imaginaba una soga diminuta
escondida entre engranajes
tenaz pero no infinita.

En nuestro vuelo
la soga no es diminuta,
no sabemos si es finita.

No importa la soga ni el destino
solo importa la risa entre hermanas,
que se acaba y se acaba

pero siempre vuelve a empezar.

lunes, noviembre 19, 2018

Lugares para recomponer familias

Los ojos de los grandes girasoles
contienen silencios recién llegados
donde la luz se encoge
hasta hacerse diminuta como un punto
por donde iniciar pespuntes
para unir familias rotas.


Para penetrar en ellos
las agujas de los cactus
parecen propias al remiendo,
son agujas incompletas
carentes del más mínimo agujero
y en ocasiones
son capaces de engendrar flores hipnóticas
de colores agrios o salientes,
de formas falsamente impares,
bellas sin amago de disenso,
flores que diluyen el conflicto
con su apariencia de dignidad perpetua
pero con la esencia tan
efímera como una llama.


A la hora de elegir lugares dulces
para enmendar la plana a los recuerdos,
lugares propicios al futuro
capaces
de reparar inviernos,
de superar agravios asentados
en el cimiento agudo de las tripas;
a esa hora digo,
hay que tener en cuenta el tiempo:
la civilización que nos atañe,
el cuarto de la luna, los relojes,
la posición del fuego con respecto
al resto de familias descompuestas.


Aún con todas las notas adiestradas
para prender alfileres al compás
de viejas melodías
soplando a favor del reencuentro,
aferrados los símbolos esféricos
a barrotes yacentes;
aún captando el momento exacto
en el que todos los bebés del mundo
acaban de rendirse al sueño,
saboreando el
reconfortante canto de sus madres,

aún así no es fácil.

Ni siquiera sabemos si es conveniente.

Recomponer familias tiene el riesgo
de la fragilidad y la ceguera
de las espinas de los cactus,
de la fugacidad de la belleza,
de la incapacidad del tiempo
para retener un instante,
de la tenacidad de la materia
que jamás reposa en el espacio.

Si hay lugares propicios
yo apostaría por las pupilas
que recogen silencios
de los girasoles grandes,
pero antes de recorrer esos lugares,
quizás,
sólo quizás

los borraría del universo.

lunes, octubre 29, 2018

Rizos for ever

Quisera tapizar las calles
con un aplauso mudo:
cientos de manos atónitas,
conmovidas, boquiabiertas,
que griten su nombre
sin voz.

Y llenar la ciudad
de pancartas que escondan
abrazos en espera,
besos que nunca llegaron,
te quieros sin decir.

Y pintar los muros
con quimeras inútiles,
con sueños incorrectos
que ninguna mordaza
logrará silenciar.

De norte a sur
su voz recorre
un hueco inagotable
que acaricia sin tocarnos.

De este a oeste
una fuerza nos empuja
a la concordia,
al combate sin armas,
a la paz.

La lucha sigue
sin golpes,
sin sangre,
sin miedo,

cueste lo que cueste.

lunes, agosto 06, 2018

NO TE OLVIDES DE METER EN LA MALETA

No te olvides de meter en la maleta
las ganas de sembrar sueños,
tu voz recién estrenada
y la dulzura de tu rostro.
Una bolsa de agua caliente con gafas de sol,
las bragas nuevas,
y tus miedos escondidos en zapatos:
que salgan cuando puedas contemplarlos
para darles forma de sendero.

No te olvides de meter en la maleta
la antena que descubre perlas de cianuro
y la tijera para cortarlas,
la almohada de peluche,
y esas pecas que te acompañan siempre
que encuentras corazones con los que fundirte.

No te olvides de meter en la maleta
las pinzas de respetar vidas,
las noches sin luna que ayudan a llorar,
la fuerza para empezar de nuevo sin culpa,
el paraguas de ganchillo,
y la firmeza de las decisiones reversibles.

No te olvides de meter en la maleta
la niña que fuiste, el olor de tus recuerdos,
una toalla insobornable
y tu linterna para detectar belleza.
La varita que cuestiona verdades absolutas,
el vapor para disuadir tu imagen congelada,
y convertirla en personaje soberano,
libre y desmelenada.

No te olvides de olvidarte tu maleta
y olvidar los consejos para inventarte de nuevo
con tu propio criterio

con el que nos enseñaste a desaprender.

EL TESORO

Solo las une una caja.

Una vez al mes se juntan para abrirla
y meter un huevo más.
La hija guarda las llaves.

Es un gusto contemplarla.
Repleta de huevos macizos, brillantes,
tan valiosos como inertes.

Así llevan tanto tiempo
que los huevos son incontables
más de los que nunca podrían gastar.

Fuera está la noche sin sueños,
los días eternos sin abrazos,
las horas de espera,
la casa vacía.
Palabras para nadie,
pasos perplejos por los pasillos,
suspiros de culpa y abandono.

Pero una vez al mes
esa caja,
el crujido de las llaves,
la incertidumbre fugaz,
esos segundos
justo antes de saber si siguen ahí,
si están todos.

El placer de dejarse cegar
por la dócil belleza,
por la verdad inmóvil.
El gozo de añadir un huevo más,
igual de brillante, de inerte, de valioso.

Fuera todo está pendiente,
flotando sobre piélagos terribles,
fuera hay que hablar y llorar y tocar,
y forcejear con angustias y desvelos.

Pero ahí, ante la caja,
la materia vuelve a su sitio,
el suelo se hace firme,
el silencio es una cueva mullida;
madre e hija se miran unos segundos,
se sonríen
como bandidas recién fugadas.

Cierran la caja y se marchan

cada una a su orilla.

jueves, julio 12, 2018

Tránsitos vitales

Hay certezas que cruzan la vigilia
como esferas frágiles
capaces de condensar respuestas.


Aparecen en tránsitos vitales:
del sueño a la vida
o mientras apagamos la última sospecha.


Repartíamos regalos.
No había nada para él
desde hacía años.


No era un agravio,
solo que él no sabía jugar en serio,
dejamos de incluirle porque ni regalaba
ni era capaz de simular sorpresa.


Fue un cruce a cámara lenta;
la retina opaca, los párpados exhaustos.
A pesar de todo, de sus ojos se fugó un brillo íntimo,
como si fuera el último.


Entonces lo entendí todo:
supe por qué no hablaba
y por qué dejó de reírse
supe que eran sus últimas navidades.


Supe si nos había querido
o si ya no le importábamos.
Supe si se arrepentía o si era consciente del dolor,
el propio y el extraño.


Pude calibrar su inteligencia sabática
y su torpe presencia interferida.


Él atisbó el velo negro que amordaza mis miedos.


Hay certezas que cruzan la vigilia
hasta que alguien irrumpe, inunda, despedaza,
y las respuestas se disipan

y todo vuelve a su ser.

lunes, marzo 26, 2018

QUÉ PASA SI TE TOCA EL SEXO DÉBIL

Si naciste de este lado de los nombres
hoy te tienes que ocupar de tus caderas,
ni muy grandes, ni severas, ni ligeras,
adecuadas a los gustos de los hombres.


No hables mucho, no destaques; no te asombres
si te acusan de coneja o de soltera;
y que no se te desmadren las ojeras.
Si se acuerdan de tu madre no la nombres.


Otra cosa es que te toque el sexo fuerte
las axilas muy frondosas son orgullo
ir con chicas es un punto y te divierte.


Si te enfadas por razón de perogrullo
no es histeria. Tu naciste con la suerte
de que no se le atribuya a tu capullo.