sábado, febrero 09, 2019

¿Qué fue de los estorninos?



Había cientos de estorninos,
tantos que su sombra apagaba la dolorosa claridad del otoño.
Anhelábamos volar,
vivir suspendidas en el falso silencio
de los cantos
que los nuestros habrían dibujado
para que nunca nos perdiésemos;
anhelábamos jugar con el aire cálido y frío,
en un fuego helado que se burlara
de nuestra loca trayectoria.
Pero estábamos abajo,
hipnotizadas por el lienzo mudable,
respirando aquella extraña música
limpia a tropezones,
demasiado grande para utilizarla de cobijo;
tumbadas en el suelo, muy juntas,
como si fuésemos hermanas que esquivan el sueño
a través del cuento reinventado cada noche
por una madre común.

Los pájaros se mofaban también
con su lluvia viscosa.
Una gota se estampó en la mejilla de Julia
que alzó su dedo buscando culpas,
entonces las risas del cielo
se fundieron con las nuestras.
Aún resuenan
en la caja torácica de aquella plaza.

No sé qué fue de los estorninos,
del cielo nublado
siquiera por plagas de langostas,
en el peor de los casos
por simples hormigas aladas.
No sé qué fue de la vida a tropel
en manada desbocada,
de las carcajadas en la calle,
que nos guiaban los sueños,
ni entiendo
cómo
se puede ser niña sin ellos.