miércoles, marzo 24, 2010

Fui guardando el vaho de su voz
debajo de la palabra edén
(sabía que no iba a pronunciarla).

Un día, ya pasado mucho tiempo,
al fin habló de Adán y Eva
y de su paraíso.

Fue entonces cuando el cielo se empañó
y pude escribir mi mensaje
con el dedo.

Pero pronto la piel inocente
de una nube
rozó mis palabras caducas.

Esa misma noche
una estrella rasgaba el éter
dejando un rastro de tinta azulada.

Mi mensaje se pudo leer
por un instante
como en un espejo que guarda la huella.

Después fue un relámpago
el que bajó a la tierra
el efímero mensaje,

Lo escribió sobre las olas,
llegó hasta la orilla,
y allí quedó para siempre.

Bajo la eterna duda de las aguas.

No hay comentarios: