Aquí las horas giran hacia dentro,
marchitan la silueta de tu sombra,
te empujan al entierro de los justos,
destierran los destellos.
Aprendes a aferrarte a un pliego ardiente
que flota porque es falso y está hueco,
te apoyas en su tinta; asomas, mueres
y vuelves a surgir.
Un pétalo escondido entre dos páginas;
la sopa no está fría y sabe a madre;
la lluvia que te abraza con su esencia,
un sueño justiciero.
Te salvas porque sabes encontrarlos,
son tenues como motas suspendidas:
un gesto que delata la inocencia,
la risa incongruente.
Indicios como alas.